Para mí como feminista radical, asoma el estigma sobre esta palabra, al igual que todas las que son taboo. Hoy, bajo la consigna de respetar todas las ideologías se tiene qué dar por hecho que no todas van a pensar igual que yo.

Esta etiqueta es una que se lleva a riesgo. En este contexto entré un día al grupo de Women at Platzi.

Porque en otros lados me ha pasado, he tenido miedo de hablar de un montón de cosas ahí. Generar un grupo exclusivamente de mujeres evidentemente tiene un enfoque feminista, sin embargo lo más probable es que no todas en el mismo lo sean. Mera estadística.

La cultura interna siempre ha promovido el sé un buen tipo. El feminismo genera rechazo, y con esto me refiero no a la institución, sino al conjunto de sus usuarios o en este caso usuarias. Ergo aquí viene la parte interesante ¿Puede un producto cuyo esfuerzo es ser inclusivo asumirse feminista a riesgo de ganarse la antipatía de su colectivo?

Para considerar a Platzi feminista en toda regla, según las definiciones más estrictas debería ser sólo hecho por mujeres, sólo permitir mujeres, etc. y más etc.

Entonces, no lo es y eso está bien. Lo que se hace en Platzi al respecto de este tema es algo que la mayoría de los feminismos esperan y agradecen. Los veo como poderosos aliados desde la trinchera que les corresponde.

En realidad este post no está diseñado para hablar de Platzi.


(pero si mi título te enganchó y te trajo hasta este punto de la lectura, debes saber que puse en práctica ésto y aparentemente sí funciona)


Este post es para ellas, las que no se consideran feministas, pero que son mis compañeras en esta manada virtual. Dentro y fuera de Platzi. Las gafas moradas me muestran cosas de su vida que en veces me revuelven el estómago.

No sé cómo ofrecerles píldoras tan difíciles de tragar porque las quiero y debo ser buena tipa. Porque sé que confrontarlas a destiempo les va a doler.

¿Cómo hablar de las sutilezas del machismo estructural y simbólico, esas que nos hacen ver como exageradas si las señalamos? ¿Estarán listas para cargar encima con esta carga social que llevo yo?

Afuera en el mundo cotidiano hay un esfuerzo pujante por convencernos de que no existe esta discriminación, de que si no hemos accedido como mujeres (o géneros análogos) a los mismos niveles en todo ha sido por… la vida, porque no nos esforzamos lo suficiente.

A muchas y muches he visto temblar y negar estas cuestiones porque se han casado con la idea de que está mal quejarse, de que no deben asumir papel de víctimas ni actuar como si el mundo les debiera algo. De que eso las haría ver como mediocres y que si otraes se queja de que no consigue lo que se propone es por eso, porque no se ha esforzado lo suficiente.

La realidad es que la estadística no miente. Hay un techo de cristal. Hay un suelo pegajoso. Hay una baja representación en todos los altos puestos. Hay una baja representación en STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas).

¿Ya se habrán cuestionado esto mis compañeras? ¿No les hará ruido que la respuesta invariablemente sea que nosotras “por naturaleza” estamos más predispuestas hacia el lado estereotípico?

Porque todos esos razonamientos tan anquilosados son maneras elegantes de decir que una mujer biológicamente está hecha para parir y no para hacer ingeniería, ni código, ni para mandar.

¿De qué sirve pensar en estas cosas? ¿Me aporta algo pensar lo peor?

No podremos cambiar la realidad para nosotras o para las que vienen si no podemos identificarla con precisión.

Descorrer el velo sobre las opresiones, al contrario de lo que les hicieron pensar, no es declararse floja ni dejar de tener la responsabilidad de nuestro propio porvenir para echar culpas. Pero sí es saber sobre qué terreno pisamos para pisarlo mejor y más fuerte. Descubrir que somos más valiosas de lo que el mundo parece decirnos todos los días.

Es de repente darte cuenta de que: No, no es que estés fallando más, ni que estés haciendo algo mal. Es que corres la carrera con pesas en las piernas y eso, amiga si estás leyendo, te convierte en el doble de chingona de lo que tú creías.

A las increíbles mujeres de Platzi.

Es cuánto.

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